Lucía
Llevaban toda la noche haciendo miraditas. Una estaba junto a la barra. Era rubia de melena larga. La otra, una morena de pelo corto, estaba unos pasos más lejos y las dos ignoraban a sus amigas para centrarse en la conquista de la otra.
-¿Queréis algo, chicas? Voy a la barra -preguntó la morena a sus amigas.
Ellas la miraron raro, como si fuera la primera vez que escuchaban esa frase salir de su boca. Negaron con la cabeza y la chica se dirigió hacia la barra.
Al pasar por detrás de la otra, le tocó la espalda disimuladamente para empujarla y hacerse un hueco.
-Perdona -se disculpó.
La chica rubia sonrió.
-No pasa nada.
Estaban ahí, se tenían tan cerca que olían el perfume de la otra. Habían tenido contacto visual, era obvio que se gustaban, pero aún así les temblaba todo el cuerpo y no se atrevían a dar el paso.
La rubia podía sentir a la morena a su espalda. Le oía pedir un tercio, reírle la gracia a la camarera, el tintineo de las monedas sobre el mostrador.
La morena apuró ese ratito junto a la barra, junto a la rubia. Se echó un trago largo de cerveza en un intento desesperado por hacer tiempo y acopio de valor para hablarle a la chica.
Justo en el momento en que tragó la cerveza apresurada dispuesta a darle un toque en el hombro a la rubia, esta se giró para hablarle. Las dos rieron ante la casualidad.
-¿Quieres tomar algo? -le invitó la morena.
La rubia levantó el vaso que tenía en la mano para hacerlo más visible.
-Ya tengo. Gracias.
-¿Cómo te llamas? -preguntó la morena.
-Lucía, ¿y tú?
A la morena le cambió la cara.
-También Lucía.
-Oh, vaya.
-Seh.
-Nos vemos.
-Chao.
-¿Queréis algo, chicas? Voy a la barra -preguntó la morena a sus amigas.
Ellas la miraron raro, como si fuera la primera vez que escuchaban esa frase salir de su boca. Negaron con la cabeza y la chica se dirigió hacia la barra.
Al pasar por detrás de la otra, le tocó la espalda disimuladamente para empujarla y hacerse un hueco.
-Perdona -se disculpó.
La chica rubia sonrió.
-No pasa nada.
Estaban ahí, se tenían tan cerca que olían el perfume de la otra. Habían tenido contacto visual, era obvio que se gustaban, pero aún así les temblaba todo el cuerpo y no se atrevían a dar el paso.
La rubia podía sentir a la morena a su espalda. Le oía pedir un tercio, reírle la gracia a la camarera, el tintineo de las monedas sobre el mostrador.
La morena apuró ese ratito junto a la barra, junto a la rubia. Se echó un trago largo de cerveza en un intento desesperado por hacer tiempo y acopio de valor para hablarle a la chica.
Justo en el momento en que tragó la cerveza apresurada dispuesta a darle un toque en el hombro a la rubia, esta se giró para hablarle. Las dos rieron ante la casualidad.
-¿Quieres tomar algo? -le invitó la morena.
La rubia levantó el vaso que tenía en la mano para hacerlo más visible.
-Ya tengo. Gracias.
-¿Cómo te llamas? -preguntó la morena.
-Lucía, ¿y tú?
A la morena le cambió la cara.
-También Lucía.
-Oh, vaya.
-Seh.
-Nos vemos.
-Chao.
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