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Mostrando entradas de junio, 2015

Capítulo 37: Devoción

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Camino en una nube hasta llegar a casa. Ni la mochila me pesa. De vez en cuando, recuerdo a Carla y sonrío. Mis padres trabajan así que no hay nadie en casa a estas horas. Me despojo de la mochila y de la ropa y me meto directa a la ducha. Una idea cruza mi cabeza como un rayo: ¿Y si no me llama? -Nico, no empecemos. Trato de poner la mente en blanco. Me concentro en el agua que cae tibia sobre mi cuerpo y hace carreras por mi piel. Una de esas carreras se escurre por el interior de mis muslos y acaricia mis labios. Intento recordar cuándo fue la última vez que alguien me tocó con esa suavidad. Me apoyo en la pared y pienso en Carla. La pienso con tanta intensidad que casi la noto junto a mi, con sus pechos pegados a mi espalda, acariciándome, recorriendo mi cuerpo con sus dedos. Mantengo los ojos cerrados tratando de retener esta sensación, pero el tono de llamada de mi teléfono me saca a patadas de mi ensoñación. -Joder. Está en el lavabo, así que saco medio cuerpo

Capítulo 36: De vuelta y vuelta

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Mi tía está gimoteando bajo el umbral de la que ha sido mi habitación durante estos días. Mi tío le abraza por detrás intentando calmarla. Los dos me observan mientras hago la mochila. Es muy, muy temprano. Casi de madrugada. El único autobús que sale por la mañana hacia Madrid lo hace para llegar a la capital en la hora punta. -Vamos, tía, deja de llorar. Vas a conseguir que llore yo también. -Es que has tardado 15 años en volver al pueblo y ahora te vas… -dice entre lágrimas. Me acerco a ella y le acaricio los brazos. -Volveré. Tengo que venir a por la moto. -¡Ja! -salta mi tío. -Con el carné en regla. Si no, se queda aquí. Le gruño divertida y vuelvo a la cama para cerrar la mochila. -Vamos. Mañana empiezo las prácticas y no quiero perder el bus. Me llevan a la parada. Allí la despedida se alarga hasta que nos llama la atención el chófer del autobús. -Muchas gracias por todo. Sois los mejores tíos que tengo. -¿Mejor que los de Barcelona? -pregunta mi tía.

Capítulo 35: Acuse de recibo

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Es extraña esta sensación, Mi pulgar está planeando sobre el icono del email, temblando. Si deslizo a la derecha, elimino el mensaje. Si pulso, lo abro. Dos “y si…” que me están matando. Mi mundo se bifurca en dos realidades posibles. ¿Podría vivir sin saber lo que dice Mamen? Y si lo abro, se abren a la vez más realidades dependiendo de lo que me haya escrito. -Venga, sé valiente por una vez en tu vida. Pulso el icono y abro el email. Mamen saluda con muchas exclamaciones. Raro. Nunca fue muy efusiva. Sabe que estoy en el pueblo. De cura de desintoxicación por el tema de la chica del metro. Puto Raúl y su campaña de exorcización. Pero no es eso de lo que quiere hablarme, sino de otra cosa: de que se ha vuelto a enamorar. “Bueno, enamorar no es la palabra, pero es un paso previo. Estoy pillada, vaya. Ya sé que no hace ni medio mes que me diste puerta, pero estoy muy ilusionada con Alexia. Así se llama. Quiero hacer las cosas bien con ella. Eso lo aprendí de ti. Quiero se

Capítulo 34: Diarios y delirios

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Tratar de mensajearse con el móvil en este pueblo perdido de la mano de Dios es un acto de fe. Se corta la señal, los mensajes no salen o no acaban de llegar. Me pongo de los nervios así que he aprendido a perder esa comunicación inmediata. Vuelvo a mis años de la ouija y mando mensajes por la mañana a Raúl o a mis padres y dejo el móvil en casa hasta que llego a casa antes de que anochece. Entonces leo todo lo que me han ido poniendo a lo largo del día. Mis padres suelen ser escuetos, pero Raúl me escribe cada acontecimiento que le va pasando en forma de breves mensajes que conforman una especie de diario personal. Voy cogiendo soltura con la moto. No salgo mucho a la carretera porque con la suerte que tengo, me pillará la Guardia Civil y voy sin papeles. Hay un momento que me gusta especialmente cuando voy con la moto. Es una chorrada pero me parece mágico. Los tractores van y vuelven del campo recogiendo fardos de alfalfa para el ganado y por el camino dejan rastros de paji

Capítulo 33: Escarpes

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Mis tíos del pueblo son… peculiares. Se suponía que tenían que venirme a buscar a la parada del autobús pero aquí no hay nadie y en el teléfono no contestan. -Los mato. Menos mal que me he cogido la mochila en lugar de la maleta porque me toca patear un par de kilómetros hasta llegar a su casa, los que separan la carretera del pueblo. Por el camino veo monte, naturaleza, oigo el río y los pajarillos y esas cosas que se supone que me tienen que desestresar pero que a la una de la tarde en pleno mes de junio como que no apetece. Antes de llegar al pueblo, el camino se estrecha y el monte se me echa encima. Sé que este pueblo está asentado en una falla y que este camino desaparecerá algún día bajo el desprendimiento del monte por el temblor de la tierra. Pero también sé que los lugareños quitarán las piedras y volverán a abrir el camino porque lo han hecho otras veces en el pasado. Eso si para entonces quedan personas viviendo aquí. Me recorre un escalofrío mientras camin

Capítulo 32: La conversación

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Raúl y Sergio me acompañan a casa. Me apetecía volver sola para despejarme un poco o llorar a moco tendido, pero ellos han insistido. Caminan un par de pasos por detrás de mí, como si fueran mis guardaespaldas. Poco antes de llegar a mi casa, Raúl se pone a mi altura. -Quizá esta pregunta te parece un poco rara pero como soy tu amigo y te quiero te la voy a hacer. Raúl me pide permiso para lanzarla. -Adelante -le concedo con preocupación. -Nico, ¿estás segura de que la chica del metro existe? Me quedo mirando a mi amigo atónita ante la pregunta. -¿Perdona? -Ya sé que suena raro, pero, en fin, yo no la he visto. Nadie la ha visto salvo tú. Y además no paras de darle vueltas y te lleva un poco de cabeza. Sólo me preocupa que no estés persiguiendo un fantasma o una quimera o que tengas algún complejo psicológico de algo… Sergio mantiene la distancia de manera disimulada porque ve que me estoy poniendo roja y teme que le salpique la sangre cuando explote. -¿Crees que