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Mostrando entradas de enero, 2015

Capítulo 7: Punzadas en el estómago

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Psicosomatizo demasiado. Estoy cagada de miedo tras el beso. Literalmente. Y necesito ir al baño. -¿Estás bien, Nico? -me pregunta Mamen. Niego con la cabeza. -No, no me encuentro bien. Me duele el estómago. -Salgamos afuera. Sé que necesito aire fresco así que le hago caso. Veo a la mujer de la puerta que me sonríe con complicidad. No estoy para sororizar ahora mismo y lo ha debido notar. -No me vomites en la puerta, ¡eh! -me dice. Mamen me sujeta el cuerpo. Me duele tanto el estómago que camino doblada.

Capítulo 6: El bar Coyote (segunda parte)

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-Raúl, me meo. Acompáñame al baño -le pido a mi amigo. Raúl está bailando como un descosido a ritmo de Mónica Naranjo mientras a mi me duele la vejiga. -¿También quieres que te baje las bragas para que hagas pipí? Le miro con odio. -Tienes que empezar a dar pasos tú sola. Empieza por los que van de aquí al baño. -Pero... ¿y si me habla alguna chica? -¡Pues le hablas tú también! No tengas miedo, no te van a violar. Cojo aire hasta que llena mis carrillos y lo expulso con violencia. Qué manta de hostias le metería a Raúl alguna vez.

Capítulo 5: El bar Coyote (primera parte)

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Nunca me ha gustado arreglarme. Bueno, mejor dicho, nunca me ha gustado arreglarme para algo. Arreglarme para una boda. Pánico. Arreglarme para salir a un sitio pijo. Terror. Arreglarme para Nochevieja. Infarto de miocardio. Me gusta arreglarme, pero necesito pensar que es para alguien, no por algo.  Por eso, ahora estoy frente a mi armario abierto de par en par sin saber qué ponerme para salir a un bar de lesbianas (me muerdo el labio cada vez que lo digo, como intentando devolver esa palabra a la más profundo de mis entrañas). ¿Qué me pongo? ¿Cómo se supone que viste una lesbiana? Descubro que no tengo ninguna camisa a cuadros en mi raquítico ropero y me siento estúpida por caer en el tópico más básico.  Oigo que suena el portero automático. Debe ser Raúl. Sube por las escaleras y mi madre le abre la puerta de casa. Dos besos, halagos mutuos. A mi madre le cae muy bien Raúl.  -¿Estás yendo al gimnasio? Te veo como más fuerte, ¿no? -le pregunta mi madre.  -Sí, llevo un p

Capítulo 4: La palabra L

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No la he vuelto a ver. Aquel día llegué con una sensación agridulce a la facultad. Por aquel arranque de valentía y lucha a contracorriente que me asaltó acabé llegando tarde a clase. Localicé a Raúl y me senté detrás de él porque era el único asiento libre que quedaba cerca de mi amigo. Mientras avanzaba por el pasillo de clase me miraba y movía la cabeza asintiendo para preguntarme qué tal había ido la cosa. Yo negué con la cabeza y me senté a su espalda. Cuando se acabó la clase se giró rápidamente y me preguntó. -¿Qué ha pasado?