Capítulo 12: Grita

(¡) Este capítulo contiene trazas de sexo. Manejar con cuidado. Manténgase alejado de los/as niños/as.

Antes de meter la llave en la cerradura de su casa, Mamen me pregunta:
-¿Preferías quedarte a tomar unas cañas?
Levanto una ceja y respondo un escueto “No”. Mamen se ríe.
Hay mucho ajetreo cuando entramos a su casa. Sus compañeros se están preparando para salir. Son dos. Mamen me los presenta.
-Chicos, os presento a Nico. Nico, ella es Bea. Estudia un posgrado de arte y mitología griega y trabaja en un bar los fines de semana.
Bea es corpulenta pero muy sexy. Tiene un pelo rojizo, supongo que teñido, y un piercing septum. Me planta dos besos con mucha energía.
-De hecho, tengo que irme ya -dice instantes antes de salir por la puerta.
Reconozco su voz. Es la que me respondió al telefonillo la segunda vez que vine a casa de Mamen, esa que me dijo que fuera a molestar a mi puta madre.
-Hola, yo soy Sergio -dice el chico y se inclina para darme otros dos besos.
Sergio lleva sólo una toalla de cintura para abajo y huelo su piel limpia y perfumada.
-Perdona, me habéis pillado recién salido de la ducha -se disculpa mientras escapa a su habitación dando los pasitos cortos para que no se le caiga la toalla en un descuido.
-Y eso es todo -dice Mamen como si fuera la presentadora de un programa de televisión.
Vamos al salón que está medianamente ordenado.
-¿Quieres beber algo? ¿Una coca-cola, un zumo… un whisky?
La idea del alcohol no me parece mala en absoluto así que accedo.
-¿Tienes para hacer gintonic?
Mamen asiente, se recoge el pelo en una coleta y comienza a moverse de un lado a otro del salón y la cocina. Yo la veo cómo se mueve por su casa. Me siento una intrusa, como una antropóloga descubriendo las costumbres de una nueva tribu desconocida hasta el momento. Y como tal, dudo si intervenir en la escena o no contaminarla con mis acciones.
-A la mierda -me digo y sigo a Mamen hasta la cocina. Le abrazo por detrás y le doy un beso en la nuca.
Mamen ronronea y se gira con los gintonics a medio hacer. Nos besamos en su cocina. Pone sus manos en mis caderas y me atrae hacia ella. Yo le abrazo como una anaconda para que no se separe de mi.
-Chicas, me voy -dice Sergio que ha irrumpido en la cocina sin avisar.
Del susto, empujo a Mamen contra la nevera. Sergio se disculpa de nuevo por el susto y cuando se va, le pido perdón a Mamen por el empujón.
-¡Qué ímpetu, Nico!
-Lo siento. He sentido como si me pillara mi madre o algo así -le digo.
Necesito un trago para pasar el agobio y bebo de uno de los gintonics que estaba preparando Mamen.
-No había acabado… -me dice Mamen al ver mi cara de asco al beberme la ginebra sola.

La ginebra se me sube de golpe a la cabeza.
-Quería venir a mi casa ahora porque así tenemos más rato para estar solas. Y como estos se han ido, podrás gritar si quieres -me dice acercándose a mi lentamente.
Niego con la cabeza y Mamen me mira extrañada.
-No… La que vas a gritar eres tú.
La ginebra habla por mi. Las dos lo sabemos, pero a Mamen le divierte la nueva Nico y yo siento curiosidad por saber hasta dónde puede llegar, así que le dejamos que campe a sus anchas.
Saco fuerzas de mis músculos flácidos y levanto a Mamen hasta colocarla sentada sobre la encimera de la cocina. Empujo su culo hacia mi hasta que queda pegado a mi estómago. Ella entrelaza las piernas a mi espalda y comenzamos a besarnos. No hay preámbulos; abrimos la boca y jugamos con las lenguas. Todo muy salvaje.
-Llévame al sofá -ordena Mamen.
Vuelvo a sacar a la Hulk que llevo dentro para llevar a Mamen sin que toque el suelo. La suelto en el sofá y ella me agarra del jersey para que me tumbe sobre ella. Termina quitándomelo y yo aprovecho el momento para quitarme los pantalones.
-Desnúdame -vuelve a ordenar Mamen.
Le desabrocho la cremallera del pantalón y le bajo la cinturilla. Sin querer, tiro también de la braga, pero no doy marcha atrás y la dejo desnuda de cintura para abajo.
Empieza a llegarme el olor de su coño. Ella se quita la parte de arriba y se queda con el sujetador puesto.
Me envalentono y paso la mano por la espalda para intentar desabrochar el sujetador. Estoy un rato intentándolo, sin dejar de besar a Mamen, pero esta empieza a reírse al ver que no puedo desabrocharlo. Acaba haciéndolo ella.
Me tomo un momento para contemplarla desnuda. Tiene la piel dorada, sus pezones son pequeños y rosados, siempre alerta, apenas se le nota ninguna imperfección; es simplemente perfecta.
Acaricio sus pechos despacio, me recreo en los pezones, hago dibujos sobre su estómago mientras le beso, esta vez, más suave, apenas rozando mi lengua con la suya.
-Bésame las tetas -dice Mamen.
Obedezco. Acerco la boca al pezón y beso tímidamente la aureola. Noto la punta del pezón, cada vez más saliente, rozándome la mejilla. La rozo con los labios y Mamen vuelve a ronronear. Animada, estrujo un poco la teta y lamo la punta. Mamen gime por lo que intuyo que le gusta lo que le hago. Chupo y muerdo el pezón, aprieto el pecho contra mi cara y agarro el otro para hacerle lo mismo. Sus pezones miran al cielo mojados por mi saliva. Les soplo un poco para que se le erice el vello de la aureola.
-Tócame -me dirige Mamen.
-No paras de mandar, eh -bromeo.
Ella se ríe a carcajadas y me mira a los ojos, o a lo que se puede intuir de mis ojos con el pelo suelto y revuelto. Me lo recoge detrás de la oreja, pero es inútil. Los mechones vuelven a soltarse. Siempre he tenido un pelo muy rebelde.
Acaricio su vello púbico y deslizo el dedo corazón en el interior de Mamen. Entonces es cuando se me cae por los suelos la escasa seguridad en mi misma que me había aportado el alcohol. No acierto a adivinar qué estoy tocando, si son los labios, el clítoris o simplemente las paredes interiores. Busco desesperada algo parecido a un botón. Mi clítoris lo encuentro fácil pero, tonta de mi, no caí en la cuenta de que cada mujer es un mundo y que no tengo ni idea de cómo tocar a una. Meto el índice también para ver si con dos dedos encuentro algo, pero no. Todo está tan mojado que no distingo nada. Me frustro, resoplo y veo que a Mamen le ha dado el bajón porque me mira con curiosidad.
-Nico, Nico… para.
-No, que lo tengo casi.
-No lo tienes para nada -se ríe Mamen.
Ella vuelve a tomar el mando. Me obliga a sentarme en el sofá y ella se sienta sobre mi muslo derecho. Empieza a frotarse y a mojarme la pierna.
-Mete la mano ahora.
Pongo la palma en su pubis y meto el dedo corazón en su interior. Mi mano queda aprisionada entre mi pierna y su cuerpo. Ella comienza a moverse como si cabalgara sobre un caballo, cada vez más deprisa. Me atrevo a mover un poco el dedo y parece que a Mamen le gusta.
-Más deprisa, más deprisa -me dice.
Hago lo que puedo. Mi movilidad es muy reducida pero logro hacerme un hueco y mover también la mano, de arriba a abajo. Mamen pone sus manos sobre mis hombros y yo beso sus pechos, de manera desordenada pero efectiva a juzgar por sus gemidos. Con la mano izquierda le agarro el culo, se lo estrujo y puede que hasta le haya arañado.
Descubro otro tipo de placer que nunca pude imaginar: el placer de dar placer, de tener el control sobre el gozo y la satisfacción sexual de otra persona en mis manos. Literalmente.
Mamen cada vez gime más alto. Ha sido tan sutil el aumento de volumen que es probable que ya esté gritando y ninguna de las dos se haya dado cuenta.
Justo cuando creo que mi brazo no puede aguantar más, Mamen deja de respirar unos segundos, tensiona su cuerpo y lanza un grito contra el techo del salón. Sus gemidos son ahora susurros y se lanza contra mi cuerpo agotada. Tiene la espalda sudada. Le abrazo y permanecemos así un rato.
-¿Vamos a la cama y dormimos un rato? -me susurra al oído.
Asiento aunque yo no quiero dormir con ella. Yo quiero seguir follando.
Caminamos hasta su habitación cogidas de la mano. Ella desnuda, yo en ropa interior. Debe ser muy curioso vernos desde fuera.
Vamos a la cama pero tardamos un rato en dormirnos. Permanecemos mirándonos, sin apenas hablar.
-¿Qué piensas cuando me miras así? -le pregunto cuando no puedo aguantar más su mirada intensa.
-¿Así cómo?
-Así, cuando niegas con la cabeza y te muerdes los labios como diciendo “¿qué voy a hacer contigo?”.
-Pues eso, Nico, ¿qué voy a hacer contigo...?


TODOS LOS CAPÍTULOS

Comentarios

  1. Qué vamos a hacer con Nico... Pues poca cosa, parece que ella misma va desenvolviéndose la mar de bien :P jaja

    ¡Besos!

    ResponderEliminar
  2. Este viaje se vuelve cada vez más interesante!!!
    Descubrir, experimentar y traspasar nuestros propios limites siempre es un indicio de que vamos por buen camino.
    Excelente capitulo!!!

    ResponderEliminar
  3. Gracias por vuestros comentarios :D

    ResponderEliminar
  4. Nico está un poco verde aún, pero no pasa nada porque la perfección nace de la práctica.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Gracias por comentar :)

Entradas populares de este blog

"Aquí se quisieron Carla y Nico" y las cosas del querer

"Nico, por favor" en PDF

Capítulo 22: El vértigo