Capítulo 2: La chica del metro


Lo que no recuerdo muy bien es cuándo me fijé en esa chica. Simplemente, un día la vi. Bueno, ya la había visto varias veces antes, como parte de ese elenco de extras que me acompañan todas las mañanas en el metro y que me dan cierta sensación de seguridad y hasta familiaridad.
Pero un día, no sé cuál, la miré.

Ya he comentado que tiene ese tipo de belleza que sólo muestra a quien ella quiere, así que es probable que fuese ella quien eligiera el día para mostrarse a mi.
Y yo piqué.
Un día tras otro.

Suele calzar zapatillas de deporte. Alguna vez botas. Siempre vaqueros y una cazadora azul marino con capucha y con pinta de ser muy calentita. Nunca la he visto con el pelo recogido. Lo lleva suelto, negro y de un liso que sólo puede ser recién planchado. Y sólo en una ocasión, la he visto con gafas, así que supongo que de normal usa lentillas.

Me sudan las manos. Las tengo metidas en el bolsillo de la cazadora y manoseo el papel doblado con mi nombre y mi número de teléfono. Las saco para que se sequen. Tomo aire. Llega un tren y miro el reloj. No es este. Dejo que el mundo entre y salga mientras yo apoyo la espalda en la pared de la estación.

El siguiente tren llegará en dos minutos, anuncia el cartel luminoso.

Visualizo la situación. Siempre me viene bien cuando estoy nerviosa. Bajamos en la misma estación, con un montón de gente más porque es un punto neurálgico de la red de metro. Me haré un hueco entre la gente, le tocaré el hombro y le daré el papel. No creo que le diga nada. Estoy segura de que lo entenderá.

Tendría que haber traído un libro, meterle el papel entre las páginas y decirle que se le había caído o algo así. Normalmente va con los auriculares escuchando música y moviendo los labios mientras canta tan bajito que ni su nariz podría escucharla, pero la he visto alguna vez con El señor de los anillos. Muy pocas veces. Seguro que lo coge con muchas ganas por las mañanas pero luego se arrepiente de cargar con semejante tocho en la mochila todo el día.

Durante todo este tiempo he estado inventándome una personalidad para ella. Me imagino haciendo escapadas de fin de semana con ella, alquilando un coche y discutiendo por qué música poner (a mi me gusta Lady Gaga y a ella Kings of Leon). Estudia Fisioterapia o Educación Física porque siempre le ha gustado el deporte, sobretodo el balonmano. Seguro que es una buena extremo: delgada pero musculosa y ágil.

El eco del tren que llega por el túnel me saca de mi mundo de fantasía y noto que algo me hace sombra repentinamente. Cuando levanto la vista, veo a un equipo de jugadores de baloncesto que se van a meter en mi mismo vagón. Nuestro vagón.

No, no, no, no. No puede ser. Son como torres enormes y están especializados en hacer bloqueos y pantallas. Me van a joder el plan. Les miro con odio pero apenas perciben mi existencia desde sus dos metros de altura.


Mierda. 



Comentarios

  1. ¡Malditos baloncestistas! A mi también me sorprendieron. Grrrr.

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  2. ¡Pobre Nico! Me la imagino haciéndose cada vez más pequeña rodeada de moles humanas. Aunque a veces, nada es tan grande como parece, ni tan complicado como pensamos... ;)

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    1. Si todo fuera tan sencillo, no tendríamos drama, ni tensión ni diversión :D

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  3. Hola! disculpa quiero saber cada cuando publicas :)

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  4. malditos jugadores xD

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